- Raquel Apodaca Rodríguez
La Agenda 2030: un referente de gobernanza participativa.
Raquel Apodaca Rodríguez*
2015 además de haber sido el año de los consensos y los compromisos internacionales, también representó un año parteaguas en términos del replanteamiento de la agenda del desarrollo internacional, pues a través de una consulta global Naciones Unidas invitó a repensar la senda del desarrollo para el periodo post-2015. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es el resultado de este proceso y con su enfoque centrado en la multidimensionalidad de la noción de desarrollo permitió ampliar las discusiones en torno a este concepto y la necesidad de reorientar las acciones que lo promueven.
El debate internacional en materia de desarrollo tiene larga data, sin embargo, el antecedente más reciente de la Agenda 2030 es la Declaración del Milenio (2000) que, desde un enfoque del desarrollo humana, promovió la resolución de problemas en países en desarrollo. En este sentido es común que el documento “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” (2015) usualmente sea comparado con esta Declaración para entender las diferencias entre ambas. Muchos aspectos han sido resaltados para justificar esta comparación, pero quizá el factor de cambio más relevante es el que radica en el salto de enfoque, ya que de los ODM a los ODS el eje del desarrollo evolucionó para centrarse en las personas, el planeta y la prosperidad.
A través de la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), fue posible que la Comunidad Internacional finalmente reconociera que el desarrollo tiene múltiples facetas y que por tanto incide en procesos como el económico, el social y el ambiental. Por ello, más que centrarse en la búsqueda del avance de un grupo de países específicos, la Agenda 2030 adoptó un enfoque universal al ponerse como objetivo transversal el no dejar a nadie atrás.
El proceso que se siguió para su formulación sin duda representa un referente de gobernanza participativa al incluir consultas públicas sin precedentes que favorecieron la participación de organizaciones de la sociedad civil, investigadores, personas empresarias y ciudadanía en general. Esto permitió cambiar la lógica de que el desarrollo es algo que sólo a algunas personas o instituciones incumbe y, por tanto, promovió el involucramiento de gran parte de la ciudadanía y la consolidación de muchas agendas en una.
Así, al contemplar la perspectiva de múltiples partes, la Agenda 2030 se convirtió en una hoja de ruta común, representativa e incluyente a la que muchas y muchos terminarían adhiriéndose. Pues como se plantea en el ODS 17, la única forma de concretar avances es estableciendo asociaciones sobre la base del desarrollo sostenible. Independientemente del sector o nivel de pertenencia, cualquier actor puede o, debería decir, debe sumarse a la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible a fin de movilizar los medios necesarios para dar cumplimiento a la Agenda 2030 y abordar al desarrollo como un fenómeno multidimensional.
Otro cambio derivado del planteamiento de los ODS recae en la adopción de una nueva herramienta metodológica que mide el flujo de los recursos destinados a su consecución: el Total Official Support for Sustainable Development (TOSSD por sus siglas en ingles). Como se plantea en el párrafo 55 del documento de la Agenda de Addis Abeba para la financiación del desarrollo, el TOSSD representa “una manera abierta, inclusiva y transparente para contabilizar el espectro total de los recursos oficiales de apoyo a los ODS”. De igual manera, como sugiere la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE por sus siglas), esta herramienta ha facilitado el monitoreo de los recursos privados vía la movilización oficial que hasta hace poco habían quedado fuera de las estadísticas oficiales.
En suma, el replanteamiento del discurso del desarrollo internacional que la Agenda 2030 representa se deriva de la inclusión de múltiples involucrados y el reconocimiento de la naturaleza multidimensional del desarrollo. Pero como hemos podido observar en la mayoría de las declaraciones internacionales post-2015, los cambios que esta reestructuración propició han ido incentivado el cambio de otras agendas, instituciones y procesos de política pública. Así, hoy, a siete años de su lanzamiento, la implementación de la Agenda 2030 llega a todos los niveles y sectores para promover procesos de gobernanza participativa. Por ello, pese a que, a las asimetrías entre las partes involucradas, es de celebrar esta tendencia hacia el favorecimiento de procesos participativos y de consulta pública que abonan a la toma de decisiones incluyentes, legítimas y representativas que buscan no dejar a nadie atrás.

*Actualmente es Asesora Técnica en Cooperación Sur-Sur del Programa de Cooperación de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en la Cancillería mexicana. Se ha desempeñado como profesora de la Cátedra de Cooperación y Gobernanza Global en el ITESM y es miembro activo del Seminario institucional “La Agenda 2030: alcances y perspectivas para México y el mundo”.