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  • Indira Iasel Sánchez Bernal

Colonialismo y colonialidad en el siglo XXI: las cuentas pendientes.


Indira Iasel Sánchez Bernal*


Entre la verdad y la mentira solo hay cuatro dedos de distancia”

Proverbio saharaui.


Hace cinco años, al entrar a mi salón de clases, miré a uno de mis estudiantes y noté en sus facciones un malestar, me acerqué y le pregunté si estaba bien, su respuesta me sorprendió porque me hizo saber que iba a participar en un Modelo de la Organización de las Naciones Unidas y que no estaba conforme con el organismo que le había tocado representar. Para mi sorpresa, me comentó que el actor que habría de personificar era El Comité Especial de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas y de acuerdo con su percepción, argüía, que era un Comité disfuncional, en tanto, el tema de la descolonización era cosa del pasado. Supuse entonces, que su pensamiento se centraba alrededor de la llamada descolonización de África y Asia, sucedida entre las décadas de 1950 y 1960, en la cual se “finalizaba” con los procesos de colonización europea en aquellos espacios territoriales.


Tal vez, si Boaventura de Sousa Santos hubiese estado en el salón de clases, le habría respondido al estudiante que es tan difícil imaginar el fin del colonialismo como es difícil imaginar que el colonialismo no tenga fin (De Sousa, 2010, 14) en tanto se ha negado que el proceso de colonización siga existiendo a través de formas de pensar, de sentir, de ser y de existir. Una independencia territorial no necesariamente se traduce en una emancipación societal, lo que Aníbal Quijano define como colonialidad (Quijano, 2014).


De manera fáctica, aún quedan territorios por obtener su independencia, como es el caso de Palestina o de la República Árabe Saharaui Democrática, y existen territorios concebidos como no autónomos que siguen luchando por serlo como las Islas Malvinas, Bermudas, Anguila y otros 12 casos más; los cuales continúan sosteniendo una defensa territorial, a través de la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la cual vela por el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Muchos de estos territorios han sido presas de viejas y nuevas formas de colonización como los asentamientos, la apropiación, la segregación (apartheid), el despojo, el culturicidio, la ciberseguridad, la invisibilización de luchas así como una opresión constante que a veces raya en la limpieza étnica y en la fenomenología del no ser, si se me permite usar el término de Frantz Fanon (2009), porque ciertos cuerpos, colores, olores, sabores, vestimentas y saberes siguen estando prohibidos y repelidos a las zonas de no ser o de no existencia.


No obstante, gran parte de los territorios que se descolonizaron hace 200 años como México o bien, hace 60 años como países africanos o asiáticos, siguen reproduciendo la matriz del poder colonial, expresada a través del capitalismo, el patriarcado y el racismo. No es posible olvidar que las relaciones de producción se asentaron en concordancia con el hombre blanco, heterosexual y capitalista y pese a que han existido movimientos sociales que han intentado desmantelar dicha matriz, hoy, año 2022, la mayor parte de las sociedades seguimos visualizando a países europeos o bien a Estados Unidos como los países modelos en cuanto al progreso, el liberalismo o la democracia. Asimismo, el modelo antropocéntrico sigue primando en las relaciones de producción, cuando la madre tierra nos ha hecho saber que hemos alcanzado el punto de no retorno.


Cabe entonces preguntarnos si podremos descolonizar nuestras formas de ser y existir en el mundo, si el ordenamiento patriarcal vinculado a las relaciones de producción puede desmantelarse, si podremos generar un mundo más justo en donde las reivindicaciones identitarias y los sistemas de clasificación cartesianos y binarios puedan ser traspasados y dejemos de usar la clase, la “raza” o el género para definirnos, o bien, si podremos concebirnos como parte de la naturaleza, desde una concepción biocéntrica.


Cuando Aime Cesairé en su discurso sobre el colonialismo (Cesairé, 1979: 5) decía: “Una civilización que se muestra incapaz de resolver los problemas que su funcionamiento suscita, es una civilización decadente. Una civilización que decide cerrar los ojos a sus problemas cruciales es una civilización enferma. Una civilización que escamotea sus principios es una civilización moribunda” y hacía referencia a las potencias coloniales europeas como dichas civilizaciones enfermas por no poder dar solución a los problemas creados tras los procesos de colonización, hoy me pregunto si no se ha producido un mayor número de civilizaciones enfermas que no pueden resolver los problemas heredados por la colonización y reproducidos por nuevas élites de mentes colonizadas.


Ciertamente, la descolonización territorial es un tema pendiente en el escenario internacional. Se habla de 17 territorios no autónomos, pero sus historias cada vez son más invisibilizadas por los temas coyunturales y apremiantes de la agenda internacional. En un sistema internacional donde la reproducción del capital es más importante que la reproducción de la vida pareciera cada vez más incierto el devenir independiente de dichos territorios.


Si hoy volviera a ver a mi estudiante le diría que tenía razón al decir que el Comité Especial de Descolonización no ha sido eficiente, en tanto tiene 17 cuentas pendientes, pero le haría saber que se equivoca al pensar en que el proceso de descolonización se terminó, porque la colonización y la colonialidad no sólo se encuentran en los espacios territoriales sino en los cuerpos y en los saberes. A pesar de que la mayor parte de los territorios de América, Asia y África hoy en día son independientes, no han logrado una emancipación social y con o sin Comité Especial de Descolonización los pueblos no independientes siguen resistiendo y construyendo caminos alternativos de emancipación.







*Profesora Asociada de Tiempo Completo en el Tec de Monterrey, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y coordinadora de la Semana de Medio Oriente y Norte de África en México.


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